
Armado hasta los dientes, agarré mi libreta y me brindé la oportunidad de salir a la calle. Revisé mi equipaje y mi equipamiento estaba listo para la batalla. Caminé hasta el punto caliente, saqué mi arma, apunté al objetivo y apreté el gatillo repetidas veces. Cacé todas las sensaciones que mis sentidos captaban. Resulté herido por la realidad, todos desperdiciaban sus tiros gritando mientras los escritos flotaban por el aire.
La estrategia más común de ir gritando por la vida fue derrotada. Con simples palabras nos entendemos mejor que de ninguna otra manera.
Eduardo López