
Desnudar al deseo sexual con la mente. Abrir las ventanas y que el viento ponga todo patas arriba. Introducir el cuerpo sobre el fresco. Hilar el amor con la excitación del momento. Sudar pólvora tras la gran explosión de erotismo natural. Ralentizar el instante, congelar el presente para vivir fundidos como el queso, derretidos como el lápiz en el papel.
Giros sensuales, susurros picantes y placer natural.
Eduardo López