
El silencio rellena con vivas emociones el vacío de algunos momentos. No hace falta música, ni ruidos externos, es suficiente con el curso repetido de una respiración libre. Se inflan y desinflan los pulmones, es expulsada la ira y capturada la paz interior. Surge un momento de relajación personal. Todo rueda más lento, las ideas se clarifican, los deseos brillan y la positividad se hace con el control del instante. Necesitamos estar a solas con uno mismo. Sin voces, sin moscas, sin pitidos chirriantes y reunidos con nuestra alma. Es magnífico vernos por segundos. Mirar a nuestros propios ojos y besarnos.
Es breve el vivir y podría ser el error más doloroso, morir sin saber quiénes somos.
Eduardo López