A sus órdenes

Claro que sí jefe, aunque estoy ocupado. He de realizar correctamente mi trabajo. Por supuesto, también cuido de su hijo. Si se despista le doy un poco de zumo de manzana. Si grita cierro la puerta de su despacho para que no le interrumpa en su serie. Si llora le tapo la boca con un calcetín. Mientras procuro hacer mi labor y a su vez vigilo a su hijo, fotocopio los papeles de su guardería y le preparo un café; solo, doble de crema y cuatro cucharadas de azúcar moreno. ¿Desea que haga algo más? No, no estoy perdiendo el tiempo. Usted me ha robado la oportunidad de aprovecharlo, señor. No soy más que su esclavo y perdona que le diga, estoy haciendo de todo menos trabajar. ¿Despedido? Nunca entenderé para qué sirve la autoridad. ¿Para holgazanear?

Abusan y es su momento. Hoy decidís vosotros, pero mañana mando yo.

Eduardo López

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