Qué bello es cerrar los ojos y permitir que las lágrimas saladas se deslicen sobre el rostro aprisionado en emociones naturales. Qué fácil es llenar la mente de dulces paisajes donde los verdes se difuminan entre montes frescos y velludos. Qué de amor nos ofrece este mundo tan completo donde los muros intentan separarnos en fronteras suciamente políticas. Ahí están nuestros corazones para escalar esas grandes paredes con la finalidad de fundirnos en las diferencias. Qué de vida sin miedo a volar hacia los cielos del exilio. Qué de cosquillas burbujeantes rascan nuestros vientres. Qué facilidad tiene el tiempo de pasar, como un suspiro, hasta aterrizar en el hermoso recuerdo vivido.
Un día más cegado por la belleza natural de la única y aprovechada vida.
Eduardo López
Eduardo López