Su rompida me lleva al sitio más alto al que puedo llegar. Una alucinación sana donde el sonido de su espumosa sal crea reales vibraciones en mi bienestar. Respira belleza para después extenderse por la arena, esclava incondicional de la orilla del mar. El anaranjado caer del día entre azules me deja para por la mañana volver a brillar. Oscuro total y en soledad observo la función que está por comenzar. La locura apoderándose de mí, de tanto alabar este paisaje.
Es una necesidad obligatoria sentarse a escuchar para repentinamente situarse en el mundo y permitir que la vida te traiga de nuevo a este lugar.
Eduardo López
Eduardo López