¡Buenos días cafeína! ¿Qué sería de mis días sin tu presencia? Eres amargo como mis despertares malhumorados pero también suave y cremoso ritual con el que arranco la rutina. A veces mezclado con leche y acompañado fríamente con hielo, pero siempre sin azúcar. El dulce para después, cuando el alma esté sin aliento tras los esfuerzos realizados. Te mueves en círculo cucharilla, crema a un lado y cubitos de hielo congelados ansiosos de ser devorados. Ese sabor remueve y reactiva mis emociones, necesito estar en alerta, puede cruzarse una emoción fuerte y no son presa fácil. Te agradezco tu gran compañía y sobre todo gracias por darme vida en cada despertar. El malhumor y la negatividad desaparecen cuando tu mano se sitúa frente a mí para ayudarme a levantar de la cama.
Sábanas malvadas contra el café de por las mañanas.
Eduardo López
Imagen por Eduardo López
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